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Johannes Vermeer van Delft

Vermeer nació en Delft, Holanda, probablemente en 1632, y falleció también en Delft en 1675. Es un maestro de la luz y todos lo conocemos por los delicados y misteriosos personajes femeninos de sus espacios interiores (como La lechera o La joven de la perla), pero he de confesar que mi obra favorita de este pintor es Vista de Delft.

Vista de Delft, 1660. Óleo sobre lienzo, 98,5×118,5cm.
Museo Mauritshuis de La Haya.
Dominio Público: http://www.mauritshuis.nl

Este paisaje siempre me ha hecho pensar en «la calma antes de la tempestad», pues me da la impresión de que todo está en silencio, y las aguas están quietas, como se adivina por el reflejo de las casas y los barcos, estáticos, en el canal de Rotterdam. Pero esa calma es pasajera, porque el cielo se está llenando de nubes y parece que vaya a romper a llover de un momento a otro.

La composición se puede organizar en tres bandas horizontales, ligeramente inclinadas: la tierra del primer término, el agua con las casas del centro, y el cielo azul amenazado por los densos nubarrones que se acercan por la parte superior.

Cuando vemos este cuadro en clase, las reacciones siempre son dos: o emociona o aburre. Así de categóricamente. Normalmente, los alumnos más enérgicos lo describen como «aburrido», «no pasa nada», «no va a pasar nada», «no hay ninguna historia ni mensaje ahí»; los alumnos más tranquilos suelen quedarse un rato mirando la obra, y siempre terminan por imaginar alguna historia relacionada con las personas diminutas de la parte inferior izquierda.

Dice Alain de Botton que, cuando miramos una obra de arte, buscamos un equilibrio que compense o complemente nuestra personalidad. A los alumnos más enérgicos les molesta que «no vaya a pasar nada ahí», buscan acción y no la encuentran. Los alumnos tranquilos, que no suelen hablar mucho, se fijan en las pequeñas cosas y los detalles sutiles.

Y es precisamente ese «equilibrio» (rebalance para Alain de Botton) lo que buscamos en clase.

¿Qué hacemos con este cuadro en clase?

  1. Buscamos una estructura en la composición: ¿hay realmente tres bandas horizontales? ¿O cuatro? ¿Hay más? ¿Menos? ¿Cómo podemos organizar los elementos que aparecen en el cuadro: color, tamaño, campo semántico?
  2. Es un paisaje pero hay casas y personas. ¿Qué están haciendo esas personas? ¿Están hablando? ¿Trabajando? ¿Pasando el tiempo? Si consideramos que están divididas en grupos: ¿cuántos grupos puedes distinguir? ¿Dos? ¿Tres? ¿Qué diferencia a cada grupo?
  3. Los colores. ¿Qué colores te llaman más la atención? ¿Crees que predomina alguno sobre otro? Comparamos este cuadro con los interiores de Vermeer (La pesadora de perlas, La lechera, La joven de la perla, La muchacha leyendo una carta…): ¿podemos ver alguna relación entre los colores de estas pinturas? ¿Significa algo esa combinación de colores, sobre todo cuando los lleva un personaje femenino? 
  4. Las luces y las sombras. ¿Hay algunos elementos del cuadro con más luz? ¿Qué elementos destacan más, desde tu punto de vista?
  5. Deberes: «Nunca pasa nada ahí en esa ciudad…» ¿Seguro? A veces, las cosas más inesperadas pasan en los lugares más tranquilos. Una tormenta se avecina. Le damos nombre y un pasado a los personajes que aparecen en la parte inferior izquierda y repartimos las identidades entre los alumnos como un juego de rol. Algo muy raro y muy malo va a pasar durante la tormenta… Creamos la historia entre todos.

Me encanta la puesta en común de este ejercicio, ¡los alumnos escriben unas historias magníficas sobre este cuadro! A veces las imprimimos y las colgamos por la clase, y otras veces las llegamos a representar a final de curso. Sí, me encanta esta clase y el trabajo que hacen mis alumnos: tengo mucha suerte de poder trabajar con ellos.

 

Fuentes:

Schütz, Karl: Vermeer: The Complete Works, 2015. Madrid: Taschen.

Botton, Alain de: Art as Therapy, 2013. New York: Phaidon.

Blakelock y Auster: de pinturas y libros

Este cuadro se llama Moonlight y fue pintado por Ralph Blakelock en 1885; se trata de un óleo sobre lienzo, de 68,7 x 81,3 cm, que actualmente se encuentra en el Museo de Brooklyn:

blakelock

Me gusta mucho este cuadro porque cada vez que lo miro veo algo diferente y fascinante… y además… ¡lo descubrí mientras leía un libro! Sí, sí, estaba leyendo una novela y de repente me topé con una de las mejores descripciones pictóricas que leído en mi vida… la de Moonlight (Luz de luna), de Ralph Albert Blakelock.

Mírala bien, y dime… ¿qué es lo que más te llama la atención? ¿Qué es lo primero que ven tus ojos?

A primera vista, parece un cuadro gris, e incluso insignificante, si no fuera por ese tremendo resplandor de la luna que ocupa la parte central del cuadro.

¿Es eso lo que ves primero, la luna? 🙂

La descripción de este cuadro la encontré en una novela de Paul Auster que se llama The Moon Palace (El Palacio de la Luna), cuyo argumento no te voy a contar porque no se puede explicar nada de esa historia sin desvelar datos importantes…

El caso es que, en su novela, Auster habla -entre otras muchas cosas- de la desdichada vida de este pintor neoyorquino, que vivió entre 1847 y 1919, y de cómo la luna se convirtió en uno de los elementos fundamentales de sus pinturas. Claro que la luna también es uno de los elementos fundamentales de la novela de Auster… pero esa es otra historia… y te he dicho que no te la iba a contar 😉

Volviendo al cuadro, ¿quieres saber lo que le llamó más la atención a Auster? Pues más que el círculo resplandeciente de la luna, lo que le fascina al escritor es que el cielo sea del mismo color que la tierra que aparece en segundo plano. Y también del mismo color que el río que divide la tierra del primer plano en dos partes.

Si te fijas bien, puedes ver que hay dos planos de tierra: en primer lugar tenemos la tierra de tono oscuro, dividida en dos por un río que queda justo debajo de la luna, y que refleja esa extraña luz del cielo. Y en segundo lugar, justo detrás de la silueta de los árboles, tenemos otra porción de tierra del mismo color que el cielo, aunque algo más oscuro.

De modo que, cuanto más miro el cuadro, más inquietante me parece… porque me da la impresión que la luna es un sol que ilumina el segundo plano como si fuera de día, dejando al primer plano en la oscuridad de la noche. Y ya no sé si es de día o de noche… como el protagonista de la novela de Auster.

Es una sensación de inquietud y preocupación similar a la que me produce El Imperio de las luces de Magritte.

Blakelock tuvo una vida difícil y triste, y acabó sus días internado en un centro psiquiátrico. Es casi una ironía que la luna dominara la mayor parte de sus cuadros, sobre todo si utilizamos el adjetivo «lunático» para describir sus paisajes…

¿Quieres ver más «paisajes lunáticos» de Blakelock?

Este también se llama Moonlight, y lo pintó un año después, en 1886; actualmente está en Washington, en la Corcoran Gallery of Art:

Blakelock-Corcoran

Aquí tampoco falta la luna, ni siquiera en el título: Brook by Moonlight (Arroyo bajo la luz de la luna); está en el Toledo Museum of Art, en Ohio:

blakelock-brookmoonlight

Este último tiene el sugerente título de Canoe in the Moonlight, y pertenece a una colección particular:

Ralph-Albert-Blakelock-Canoe-in-Moonlight

Si te ha gustado, y quieres saber más sobre la enigmática figura de Ralph Albert Blakelock, puedes visitar esta página de la Universidad de Nebraska: Blakelock.

Giotto y el cometa Halley

Giotto es el autor de los maravillosos frescos que decoran la Capilla de la Arena, construida en Padua bajo las órdenes de Enrico degli Scrovegni y consagrada a Santa María de la Caridad. Los frescos fueron pintados entre 1305 y 1306, y representan diferentes escenas de la vida de Cristo.

capilla scrovegni

Muchas veces nos hemos preguntado en clase por qué esta técnica se llama «al fresco». Y es que no es «fresco» de frío, sino de «recién hecho». Esta técnica consiste en los siguientes pasos: primero se cubre la pared con yeso e inmediatamente después se añaden varias capas de cal -eso se llama «revocar» la pared-. Cuando la última capa de cal está aún húmeda («fresca»), es entonces cuando se puede pintar sobre ella (es decir, con la pared «recién revocada»). Así, cuando la cal se seca, los pigmentos de los colores se quedan integrados químicamente en la pared y por eso perduran en el tiempo.

Una de las principales características de la pintura de Giotto es que el artista sitúa casi toda la escena en primer plano, presentándola de tal forma que la mirada del espectador cae dentro de la mitad inferior del cuadro. Así, nos podemos imaginar a nosotros mismos en el mismo plano que los personajes representados, y nos sentimos más cerca de lo que está pasando en la escena, tal y como podemos ver en el siguiente fresco que representa la entrada de Jesús en Jerusalén:

Entrada de Cristo en Jerusalen de Giotto

Uno de los frescos que Giotto realizó en esta Capilla es el de la Adoración de los Reyes Magos, situado en la fila central del muro este. Es una pintura que nos gusta mucho comentar en clase, principalmente por la misteriosa historia de la Estrella de Belén:

Giotto adoracion de los reyes magos

Como bien sabemos todos, los Reyes Magos se guiaron por el brillo de la Estrella de Belén para llegar hasta el lugar donde había nacido el niño Jesús. Fíjate en la pintura de Giotto sobre estas líneas. ¿Dónde está la estrella? ¿Ves algo brillante en el cielo?

Efectivamente, sobre el pesebre donde se encuentra la Sagrada Familia hay un objeto que brilla en el cielo; pero fíjate en su forma: no es la clásica estrella, es más bien una bola de fuego con una estela luminosa. ¿Te das cuenta?

Pues bien: parece ser que Giotto vio el Cometa Halley en 1301, y se inspiró de esa imagen para pintar su personal Estrella de Belén. Este famoso cometa orbita alrededor del sol y, cada 75 años, más o menos, es visible desde nuestro planeta. ¿Es una casualidad? ¿Vio o no vio Giotto el cometa, y lo representó en esta pintura? Sea como sea, la Agencia Espacial Europea (ASE según el acrónimo en francés, y ESA en inglés) bautizó con el nombre de «GIOTTO» a la sonda espacial que lanzaron en 1986 para estudiar el cometa Halley.

Qué casualidad, ¿eh?

sonda giotto

Si quieres ver estos magníficos frescos en persona, aquí puedes encontrar información para planificar tu visita a la Capilla Scrovegni:

http://www.cappelladegliscrovegni.it/

Espero que tengas una Feliz Navidad, y encuentres tu propia Estrella en el cielo.

Los colores

Los colores que están muy cerca en el círculo cromático se llaman “armoniosos”, tal y como estableció Michel Eugène Chevreul (1786-1889) en su teoría del color.

Van Gogh, al igual que sus contemporáneos los impresionistas, comprendía muy bien este concepto de armonía. Por ejemplo, fíjate en esta preciosa gama de amarillos, que van del oro viejo más intenso al amarillo claro más brillante: es una combinación que produce una sensación de armonía y calidez inigualable:

Sin embargo, los colores que están enfrentados en el círculo cromático –los complementarios– son los que no “pegan”, es decir, su combinación produce un resultado impactante, agresivo y un tanto vulgar; es el caso de la bata del pintor del Autorretrato de Kirchner.

Mira ahora Las amapolas de Monet:

El rojo resulta asombrosamente intenso contra el fondo verde, que parece ligeramente gris. Y es que el efecto de verdor en este cuadro no se consigue mediante el uso de tonos verdes, sino de tonos grises. Qué raro, ¿verdad? Esto es porque un gris rodeado de un color tiende a adquirir el matiz del complementario de ese color. Así pues, si tenemos en cuenta que el complementario del rojo es el verde azulado… un gris rodeado de rojo aparecerá como verdoso.

Si Monet hubiera pintado el campo de verde intenso, el efecto habría sido vulgar y “chillón”, en lugar de cálido y lleno de color.

Kirchner: Autorretrato con modelo

Ernst Ludwig Kirchner fue un maestro del Expresionismo alemán, tendencia artística que nació entre 1900 y 1925, y se manifestó principalmente a través de dos grupos:

  • Die Brücke (El Puente), y
  • Der Blaue Reiter (El Jinete Azul, en homenaje a todos esos caballos azules que cabalgan por los cuadros de Kandinsky).

El Expresionismo surgió como la reacción necesaria ante una sociedad en declive, sobre todo a causa de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Los cuadros expresionistas muestran una realidad desagradable, opresiva, con personas desfiguradas, que sufren, y expresan su angustia con la cara y con todo el cuerpo.

El término «Expresionismo» se creó en la revista Der Sturm, de Berlín; también en esta ciudad había una galería del mismo nombre, donde estos pintores exponían sus trabajos. Este es uno de los cuadros que más éxito tienen en clase:

Kirchner autorretrato con modelo

Autorretrato con modelo, h. 1910. Óleo sobre lienzo, 150,5x100cm, Kunsthalle, Hamburgo.

Normalmente, los alumnos siempre «protestáis» por la bata que lleva el pintor, en primer plano. Y después, os fijáis en la mujer que está detrás, en segundo plano. Las descripciones suelen ser parecidas: «es fea», «no, no es fea, pero está triste», «qué va, es horrible»… Cuando pregunto por qué no os gusta la bata, todos decís lo mismo: «por los colores». ¿Y qué les pasa a esos colores? O, mejor dicho, ¿a la combinación de esos colores? Pues les pasa que son complementarios, y combinar este tipo de colores nunca funciona bien. Si cogemos un espectro de colores y hacemos un círculo con él, el naranja y el azul (un azul que tira a malva) se encuentran más o menos enfrentados: eso significa «ser complementarios»:

Espectro de colores complementariosLa combinación de colores complementarios tiene un resultado agresivo, y ataca un poco a la vista. Esa bata destaca tanto que no os deja ver los ojos del pintor, esos sí que son horribles… Míralos: son grandes, rasgados, mucho más grandes de lo normal, y completamente negros. Esa es una de las características del Expresionismo: la exageración o deformación de algunos elementos del cuerpo humano.

Los colores del cuerpo de la mujer tampoco están mucho «mejor»: parece que está sin terminar, los brazos están mucho más claros que las pierna, y las sombras de la cara la transforman en una especie de espectro. Y sus ojos son terriblemente tristes. Y aquí es cuando empezáis a darme hipótesis sobre lo que está pasando en el cuadro…

¿Dónde están?

¿Quién es esa mujer, por qué está posando como modelo para el pintor?

🙂

La dorada proporción

Euclides, en sus Elementos de geometría (h. 300 a.C.), escribió: «Una recta está dividida en media y extrema razón cuando la longitud de la línea total es a la de la parte mayor, como la de esta parte mayor es a la de la menor».

Y… ¿qué quiere decir esto?

Que el todo es a la parte, como la parte al resto. O, lo que es lo mismo: que las partes tienen que guardar un equilibrio y una simetría en relación con el todo.

Y ahí está, precisamente, la base de la belleza de las cosas: la proporción.

La proporción más perfecta parece ser la «dorada», la que se crea a partir del número Phi:

φ = 1,6180339…

Luca Pacioli, amigo del gran Leonardo da Vinci, escribió en 1509 todo un tratado sobre este número de oro, al que bautizó con el nombre de «divina proporción». El nombre «Phi» se lo puso Mark Barr a principios del siglo XX, por ser la inicial de Fidias, el célebre arquitecto del Partenón de Atenas (la letra «f» en griego se pronuncia «fi» y se escribe φ).

Pero antes, mucho antes de todo esto, otro Leonardo (de Pisa, o Pisano) escribió en 1202 un libro titulado Liber abaci, en el que defendía la mayor utilidad de los números arábigos (1, 2, 3, 4, etc.) frente a los romanos (I, II, III, IV, etc.) ¿Y quién era este Leonardo Pisano? Quizá lo conozcas más por su sobrenombre: Fibonacci.

Ahora sí, ¿eh?

Fibonacci realizó importantes aportaciones al mundo de las matemáticas, como su famosa «Serie de Fibonacci». Esta serie numérica es la solución al llamado «problema de los conejos», que dice así:

«¿Cuántas parejas de conejos tendremos a fin de año si comenzamos con una pareja que produce cada mes otra pareja, que procrea a su vez a los dos meses de vida?»

Para resolver este problema, Fibonacci elaboró esta tabla:

La columna final muestra el curioso comportamiento de esta serie numérica:  cada número es el resultado de la suma de los dos anteriores. ¿A lo mejor te preguntas por qué hay dos unos? Mira: el primer número de la serie es uno, y antes de él no hay nada, luego 1 + 0 = 1. Por eso el uno se repite:

1
1+0= 1
1+1= 2
2+1= 3
3+2= 5
5+3= 8
etc.

¿Y por qué hablamos de la Serie de Fibonacci en este artículo sobre la proporción áurea? Porque los números crecen siguiendo un patrón que está muy cerca de phi. Aparte de los usos matemáticos de la Serie (en los que no entraremos aquí), estos números tienen una inquietante relación con las proporciones de las cosas. Parece ser que toda la naturaleza, todo el universo, está creado siguiendo esta base proporcional. Las hojas de los árboles, o la estructura de un copo de nieve… todo crece mediante cocientes de phi.

Vamos a ver algunos ejemplos, pero primero tenemos que construir lo que se llama un «rectángulo áureo».  ¿Cómo se hace esto? Primero dibujamos un rectángulo cuyo lado más largo es el resultado de multiplicar el corto por 1,618.  Es decir, que la proporción entre los lados del rectángulo será phi, el número áureo:

Ahora tenemos que restar un cuadrado de la misma longitud que el lado corto, y así obtendremos otro rectángulo áureo igual al inicial:

Si hacemos lo mismo una y otra vez, obtendremos la siguiente figura:

Y ahora viene lo mejor: trazamos distintos cuadrantes de circunferencia de un radio igual al lado de cada uno de los cuadrados que hemos ido separando, con el centro en el vértice de cada uno de ellos, y ¡esto es lo que aparece!:

Bonita imagen, ¿eh? Es nada más y nada menos que una espiral, y la encontramos por todas partes en la naturaleza: en las conchas de los caracoles…

En las rosas…

En las piñas…

En los girasoles…

Hasta en las galaxias…

Rafael en el Prado

A partir de junio, podemos ver una exposición sobre Rafael Sanzio en el Museo del Prado, organizada en colaboración con el Louvre.

Aquí tienes la información:

Exposición «El último Rafael»

Rubell Family Collection

Hasta el 17 de junio de 2012, la Fundación Banco Santander de Boadilla del Monte (Madrid) acoge la colección de arte contemporáneo de la familia Rubell, con obras de Warhol, Murakami o Baldessari, entre otros.

Visita virtual Rubell Collection

Obras de arte italianas en alta definición

Indispensable para la clase:

http://www.haltadefinizione.com/

Puedes aumentar «hasta el infinito»  el fresco de la Última Cena de Leonardo, la Primavera de Boticelli, el Baco de Caravaggio…

¡Fantástico!

La Gioconda del Prado

Si lees este artículo hasta el final (La Gioconda del Prado) encontrarás una foto muy interesante: moviendo el ratón por encima de ella podrás ver las dos Giocondas, la del Prado y la del Louvre.

La del Prado no es la única copia de la Gioconda que existe, pero se piensa que la realizó uno de los colaboradores más cercanos al propio Leonardo (bien Andrea Salai o bien Francesco Melzi). Se trataría, pues, de una copia contemporánea a la original, y por eso su salida a la luz ha tenido tanta repercusión.

Aquí puedes ver un vídeo del Museo del Prado sobre la Gioconda: Vídeo del Prado

A continuación tienes un enlace directo al estudio técnico de la Gioconda del Prado: Estudio de la Gioconda, taller de Leonardo.

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